30 de octubre de 2010

Where are we running?

¿Hacia dónde? ¿Por qué estamos corriendo todo el tiempo? ¿Alguna vez alguien se detuvo por un instante a pensar por qué iba tan apurado y qué estaba queriendo alcanzar? Siento que vivimos en una vorágine tal que creo muchas veces el rumbo se pierde, que ya nos movemos sólo por inercia. ¿Trabajamos para cubrir nuestras necesidades o para tener más y más? ¿Realmente necesitamos todo lo que tenemos? Pensándolo fríamente, ¿necesitamos un LCD? ¿Nuestros padres no miraban la tele en blanco y negro y eran felices igual? ¿Los chicos de hoy necesitan una Wii para divertirse? No lo creo. Un nene con un pedazo de papel, un lápiz y unas tijeras o una soga se divierte, y no hablo por boca de ganso. Lo veo todos los días. No estoy hablando de no trabajar o no buscar una mejor calidad de vida. Me estoy refiriendo a las cosas innecesarias que incluso yo consumo. Hablo de este mundo del "ver" y "parecer" que, en mi opinión, hace que perdamos contacto con el otro, con lo cotidiano, con lo simple de las cosas. Esta sociedad consumista y esta "falsa" necesidad nos lleva a perdernos los momentos más hermosos de la vida. Nos saca la posibilidad de entender que el mundo es o sería maravilloso sin tanta falsa comunicación, sin ciudades con millones de carteles y edificios tipo Torre de Babel con los que es imposible mirar las estrellas. Lo paradójico es que terminamos pagando paquetes en locales que nos ofrecen todo eso que necesitamos. Paz, tranquilidad, un momento para compartir. No nos damos cuenta que está al alcance de nuestra mano, que nos estamos autosaboteando. Está al alcance de nuestra mano. Al deternernos y para de correr.