2 de septiembre de 2010

Días grises

La lluvia es motor para contemplar, para parar. Para salir a chapotear o para mojarse la cara despreocupadamente. Para comer chocolates, mirar películas en la cama tapada hasta la nariz. Me da ganas de fumar sentadita en el escalón de mi patio y reflexionar sobre mí, el mundo o simplemente divagar. ¡Cuánto necesito un divague! Horas y horas pensando en la nada misma o en todo junto. Sin enloquecer. Sólo elaborar hipótesis descabelladas o querer cambiar el mundo. Hacer un click o descubrir lo loca que estoy. Aunque para mí muchos locos tiene la razón.
Sin embargo, este día gris en particular me infartó las pelotas. Me enfureció ir a trabajar con esta lluvia finita y molesta que lo único que hizo fue helarme los huesos y electrizar mis cabellos. Me enojó no poderme dejar empapar por ella por tener que llegar semi sequita al trabajo. Toda mi mochila mojada y yo tratando de salvar pruebas y fotocopias. Una horda de gente en el bondi me hizo recordar que en los días de lluvia es más díficil viajar.
Y probablemente, todo esto me enojó porque en el fondo, tenía unas ganas inmensas de disfrutar de esta lluvia. Sin obligaciones, sin bondis, sin paraguas.
Quería MI lluvia para divagar...